jueves, 5 de noviembre de 2009

Entrenamiento en escalada

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Qué difícil parece esto de escalar. Cuando eres un novato total, como es mi caso y te planteas dar el paso hacia el mundo vertical, éste se te presenta como todo un reto. Al principio, al ojear las revistas especializadas en el sector, me sentía como si estuviera leyendo en esperanto cerrado, vamos, que no me enteraba de nada. La jerga propia de los escaladores se me escapaba de mis conocimientos, y me decía a mí mismo, pero, esto ya es otra dimensión.

Te queda el gusanillo de investigar este mundo, a la vez atractivo y de riesgo, pero lo vas dejando aparcado porque piensas que no es tu ambiente, que te puede venir grande, que te gusta tener los pies en el suelo y tener la certeza que donde pisas te sostiene a la tierra. Pero claro, comienzas a hacer cosas cada vez más exigentes, visitas las alturas en las que ves que existen pasos que podrían complicarse, y que requieren una serie de conocimientos y de técnica precisos y adecuados… y sobre todo, saber usarlos.

Vuelves a ojear revistas, vídeos y ves que esos seres sobrenaturales mezcla de araña, lagartija y ser  humano son capaces de llegar a puntos más inaccesibles al resto de los mortales. Y te decides dar ese gran paso.

Pero claro, uno viene del mundo horizontal, donde las manos sólo sirven para sujetar bastones, hacer fotos, apartarse ese moco que gotea por culpa del frío. La primera reacción, lógica y humana es agarrarte en tu primer contacto con la fría roca como si fueras una garrapata, convirtiendo tus manos en ventosas, a las que pones toda fuerza para evitar una caída que sería mortal. Y de ahí que no me muevan.

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Aquí es donde te olvidas de todas esas fotos tope guays de las revistas, de las poses de alpinista verdadero, de querer emular a tu escalador favorito, y sólo piensas en que como cometas un error la caída podría ser algo muy serio. Tu instinto te dice que sigas para arriba, y ni siquiera piensas en donde pones los pies o manos, te tiemblan las piernas y los dedos sudan a borbotones. La escalada se convierte en una carrera frenética hasta pasar el mal trago, el corazón late con tanta fuerza que llegas a pensar que se te va a salir rompiendo la camiseta. No quieres mirar hacia abajo porque sabes que si lo haces, te quedarías clavado donde estás, y ni con agua hirviendo te despegarían de la pared. Sudas como si estuvieras en una sauna, pero por fin llegas a la reunión.

Lo has conseguido, tu primera subida puede que no sea la más ortodoxa según los principios de la escalada, más bien parece una huida hacia delante, torpe, nerviosa, como si un troll de las cavernas te persiguiera con las fauces abiertas para engullirte. Toca rapelar, bajar hacia la seguridad de tierra firme, y rezas a todos los dioses, no sólo a los propios, para que entre todos no haya alguno gracioso que le dé por el capricho de romper la cuerda. Estás en manos del destino. Los aplausos de tus compañeros cuando por fin llegas  hasta ellos, es un quítame a mí esta cruz. Lo has conseguido.

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Esa primera vez se te queda grabada en la mente, a fuego, y repasas una y otra vez las sensaciones, el miedo atroz que has sufrido, la tensión, el agarrar la vida como si te fuera la misma en ello. No se podían cometer errores, aunque tu cordón umbilical que es la cuerda siempre ha estado ahí. No has estado solo, aunque en esos momentos lo  creas.

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Ya tienes el veneno en la sangre. Quieres más, pero eres consciente de que esto requiere más entrenamiento del que creías. Tus brazos no están educados para aprovechar la fuerza que tienes, y debes trabajarlos, y lo más importante, tu mente tampoco está educada para este tipo de actividad. Hay que aprender a relajarla, a pensar, a meditar cuál es el camino correcto para ascender, a estar tranquilo, y así se llegará al nirvana de la escalada, donde poder disfrutarla.

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La escalada pronto te das cuenta que es un modo de vida, no es simplemente trepar una pared y ya está, algo común que la mayoría de nosotros podíamos interpretar desde fuera. Es un deporte donde la conjunción entre cuerpo y mente ha de ser total. Conforme se van adquiriendo nuevos conocimientos y habilidades, escalar se vuelve más placentero, un placer que engancha, que te pide más, pero siempre desde la prudencia que supone reconocer que es una actividad de riesgo.

Aquí aparece un enlace donde existe un artículo muy interesante para iniciarse en esto del entrenamiento para la escalada.

Entrenamiento en escalada

Yo ya estoy enganchado. Lo vertical ha entrado en mi vida, y mientras pueda intentaré ir progresando poco a poco.

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