Cuando pensé en crear este blog lo primero que tenía que hacer era decidir qué nombre le iba a poner, sinceramente no tenía ni idea, no sabía si buscar alguna referencia netamente montañera, pero claro, es obvio que todas o casi todas las palabras referentes al tema ya estaban escogidas. El socorrido uso de nombres de montañas cercanas se había agotado; las más míticas también. Quiso el destino que ojeando una revista de Al Filo de lo Imposible que tenía arrumbada encontrara esta montaña a la que acompañaba una trágica historia, un atractivo más para adoptarla como objeto de bautismo cibernético de mi blog. Nanda Devi.
Los hechos que se relatan ocurrieron en 1976, cuando la joven norteamericana Nanda Devi Unsoeld llegó al pie de la montaña que llevaba su mismo nombre. En compañía de su padre y de un grupo de escaladores norteamericanos abrieron una nueva vía en la montaña más alta y sagrada de la India, el Nanda Devi, de 7816 metros.
Pero, como ya advirtieron los porteadores de la expedición, un mortal no puede llevar el nombre de una montaña.
El ocho de septiembre de 1976, el alpinista norteamericano Willi Unsoeld cayó de rodillas sobre la nieve, a una altura de 7.300 metros. Junta a él, también de rodillas, estaban sus compañeros de expedición. Peter Lev y Andy Harvard, cogieron sus manos formando un círculo ceremonial en torno a un saco de dormir cerrado, en cuyo interior se adivinaba la forma de un cuerpo humano. Inmunes al dolor que el frío les producía y al agotamiento causado por tantos días escalando a gran altura, permanecieron arrodillados sobre la nieve durante unos minutos, a solas con sus propios pensamientos.
Los tres a un tiempo, pusieron sus manos sobre el saco de dormir, y lo empujaron al vacío de la cara noroeste, donde miles de metros más abajo, encontraría su definitiva tumba de hielo.
Después de arrojar el cuerpo de su hija al vacío blanco y helado, William Unsoeld pensó en seguirla, pero sus compañeros tiraron de él para obligarle a descender. En el descenso hacia el campo tres, Unsoeld, desolado, empezó a abrir los cajones de sus recuerdos ¿por qué decidió poner a su hija el nombre de aquella maldita montaña?
Veintisiete años antes, William Unsoeld llegó a la India por primera vez con la intención de remontar el Ganges y llegar a la región del Garhwal. Su objetivo era una montaña virgen llamada Nilkantah, de 6.595 metros. Esta expedición resultó ser un desastre, pues distintas enfermedades e inclemencias meteorológicas, minaron a los componentes de dicha expedición.
Antes de regresar a Calcuta, William Unsoeld caminó varios días, saliéndose de su ruta de regreso para acercarse a contemplar la montaña llamada Nanda Devi, la más sagrada, la más alta y la más inexpugnable de todas. Cuando la tuvo delante pensó dos cosas: que nunca había visto nada más bonito y que si tuviera una hija la llamaría Nanda Devi, como la montaña.
Hoy en día, este lugar es un santuario está dentro de un Parque Nacional de acceso restringido, situado muy cerca de la frontera entre la India y Nepal. La cumbre central del Nanda Devi tiene 7.816 metros y es la más alta del país.
En este lugar mágico, las montañas surgen del suelo formando un círculo casi cerrado, a cuyos pies brotan las fuentes del río Gantes, y es por esto que, en los alrededores, existen multitud de templos y santuarios dedicados a distintas divinidades. Nanda Devi es una de las divinidades mas importantes en la región del Garhwal indio, la diosa hija del Himalaya y consorte del dios Shiva. La leyenda cuenta que la diosa vive en la cumbre de la montaña y que aborrece que perturben su descanso; en su morada de hielo, pasa el tiempo tejiendo con delicados hilos de plata la red de los destinos humanos.
Nanda Devi Unsoeld nació en 1954, cinco años después de su padre viera por primera vez la montaña sagrada del mismo nombre. William le puso al bebé el nombre de su montaña preferida, y desde el primer momento, la pequeña Devi se convirtió en la niña de los ojos de su padre. Devi creció con ese nombre tan extraño, y pronto se sintió atraída por la misma pasión que su padre por los viajes y los lugares exóticos, cosa que se acentuaría con los años.
Con motivo del cuarenta aniversario de la primera ascensión al Nanda Devi, padre e hija decidieron participar en una expedición a la cumbre, en el año 1976. El equipo se formó por 9 alpinistas norteamericanos y dos indios, miembros del ejército. Tras algunas desavenencias por temas de organización se optó por una ruta de ascensión más técnica que la clásica. En esta vía, algunos de los miembros del equipo tuvieron serias dificultades, entre ellos el veterano William y su joven hija.
Padre e hija, junto con Peter Lev y Andy Howard, subieron hasta el campamento cuatro, a 7.300 metros, a esperar el buen tiempo que les permitiera llevar a cabo un intento con garantías de éxito.
El médico de la expedición observó algunas anomalías en la salud de la joven Nanda Devi, y desaconsejó su subida, pues presentaba una bronquitis moderada, así como una hernia inguinal algo preocupante.
Pero la joven, impetuosa y terca, declinó cualquier acción de retirada. Intentó el médico convencer a su padre, ya que la chica no estaba por la labor, y quiso hacerle ver que cualquier complicación a esas alturas podría tener consecuencias muy graves. La respuesta de William fue: “¿qué puede hacer un padre?, ella quiere subir y confía en que yo le ayude a conseguirlo”.
A pesar de la opinión del médico, el tres de septiembre, Devi Unsoeld subió hasta el último campamento junto con su padre y con la cordada compuesta por Peter y Andy. Al día siguiente, el tiempo permaneció lo suficientemente bueno para intentar la cumbre, pero Devi se sintió exhausta y padeció algo de diarrea, por lo que decidió quedarse para reponer fuerzas.
En los días siguientes, los escaladores quedaron bloqueados en sus tiendas a causa de la tormenta que azotó la parte superior de la montaña. Dos días después, William contactó por radio con el campo base para hablar con el médico; Devi apenas se movía ya dentro del saco y necesitaba ser evacuada, pero la tormenta les impedía salir de las tiendas. “¿Hay algo que podamos hacer por ella, Jim"?”, preguntó desesperado su padre. “Tenéis que bajarla como sea”, fue la única y tajante respuesta del doctor.
Los tres escaladores emprendieron los preparativos esa misma noche para salir en la madrugada del día siguiente. Aunque fuera en medio de la tormenta, descolgarían a Devi por el espolón norte para hacerla llegar al campo tres, y si les quedaban fuerzas, seguirían hacia abajo, hacia el campo dos. Pero esa misma noche Devi empeoró, su pulso se hizo discontinuo, empezó a temblar de escalofríos y su abdomen se tensó como una piedra.
A primeras horas del día ocho, Devi Unsoeld moría en la tienda del campo cuatro sin que ninguno de los que estaban con ella pudieran hacer nada por ella. Los esfuerzos de su padre por mantener su pulso y respiración fueron en vano. Cerraron el saco donde yacía y decidieron arrastrarlo hacia la vertiente norte de la montaña, para consagrar su cuerpo a la montaña, por expreso deseo de su padre.
Nanda Devi murió a causa de una perforación abdominal complicada por el mal de altura. Pero para los porteadores y cocineros de la expedición, la muerte de la joven había sido inevitable. Era un mal augurio que alguien tuviera el nombre de una diosa, y mientras degollaban un cordero para honrar su muerte, afirmaron que su destino se fijo en el momento de su nacimiento. La diosa Nanda Devi se había cobrado su tributo para cerrar el círculo mágico de los destinos humanos.
(Texto y fuentes: Al Filo de lo Imposible. Revista nº8)
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