Correr. Siempre ha sido un símbolo de libertad. Correr, escapar, huir, alejarse de todo lo que a uno le agobia y/o molesta. Algunos incluso afirman que correr es de cobardes. Yo opino lo contrario a esto último. Correr sí que es libertad, es avanzar rápidamente hacia delante, imprimir un esfuerzo al cuerpo que a la vez consigue evadirse de los problemas. La sensación en esos instantes es intensa, pues la energía fluye a través de las piernas, de los brazos y sobre todo de la mente. Correr, es desgastar las suelas de tus zapatillas por caminos y veredas, por playas, asfalto y montañas.
Ahora que estoy descansado y con algunas agujetas, compruebo que correr en estas últimas es agotador, acaba uno molido de tanto subir y bajar, pero la satisfacción por correr en ese entorno es brutalmente inmensa. Salir de la ciudad, y tras una curva ya no verla, da la sensación de haberse esfumado. Las cuestas te ponen en tu sitio, compruebas tus limitaciones, piensas en parar, pero sigues hacia delante. Es una sensación difícil de explicar. Cada metro que arañas al camino es un reto en sí. En décimas de segundo calculas dónde y cómo has de poner el pie. Por el rabillo del ojo, mientras te concentras en cada movimiento, te quedas absorto a la misma vez con el paisaje donde te encuentras.
Aquí, un kilómetro parecen cinco, la dureza es extrema con el desnivel, con las “complicaciones” del terreno, y hay que tener los cinco sentidos alerta. Al ser la primera vez que afrontas un recorrido exclusivamente montañero, piensas que los que se dedican a estas disciplinas son seres extraterrestres, venidos de otra dimensión, o simplemente, que están más fuerte que el vinagre Procer Gran Reserva. Es una disciplina de constancia, de una gran sobresfuerzo y desgaste físico, pero que por contraprestación, aporta grandes gratificaciones.
Es por ello, que a tamaño sacrificio, no podría si no merecerle el mejor premio de todos: unos paisajes espectaculares, un escenario privilegiado donde poder correr y participar en ellos como un personaje más.
En las montañas se está diversificando su uso, desde el más rudimentario y de subsistencia, hasta el más sofisticado o deportivo. El nacimiento de nuevas actividades, no hace más que aportar diversidad en su aprovechamiento, sobre todo en canales de ocio. Las carreras de montaña están entre estas últimas. Pero a pesar de lo “novedoso” siempre tiene que guardar cierta ética montañera, de respeto y admiración por el lugar donde se corre, eso no debería olvidarse nunca.
Ayer me inicié en esto, y seguiré haciéndolo, y tal vez superándome, o no, poquito a poco, mientras mis piernas me lo permitan. Es por ello que sigo pensando que correr, es símbolo de libertad.
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